Astrología Esotérica, Libra, sutil espanto, vincularidad
Venimos recién despiertos, habiéndonos diferenciado de nuestro origen (Cáncer) para darnos a nosotros mismos una identidad: Yo (Leo)… Fantaseamos de nosotros mismos encarnando mitos oídos de pequeños junto al fuego allí donde se cocina, y descubrimos no mucho después que las cosas no eran tan fáciles como las habíamos fantaseado al transitar por Virgo, y nos comemos en silencio nuestros fracasos y raspones para llegar finalmente hasta aquí, creyendo haber comprendido algunas cosas del mundo y de nosotros. Hasta aquí, en donde lo que vemos, y ante lo cual nos quedamos sensorialmente «encantados», es «el otro»… Un distinto igual que nosotros mismos.
¿Y por qué nos fascina tanto? Pues porque estamos recién despiertos y, en líneas generales, aún no hemos vivido realmente nada. Esta «sensación» placentera y honda que percibimos de Venus nos atrae irremediablemente como un canto de sirenas, nos atrae desde lo más profundamente inconsciente de nosotros mismos. Recordemos que la Diosa es hija natural de Neptuno y Urano, y que emerge desde ese mar de emociones, que se suelen tachar muy livianamente aveces de simple instinto. Un «recuerdo» de algo que recuerda nuestra corporalidad, no nuestra razón… por otra parte, es nuestra única vivencia «previa» de la energía del Planeta en nuestra somnolienta consciencia recién amanecida. El animal que todos llevamos dentro se despierta, por esa polaridad de Aries que siempre debe estar presente. Eso provee el impulso que nos lleva hacia adelante por ese más allá de nosotros mismos. Es algo que llamamos Instinto de Conservación y que, en el «reino animal», es algo vital para la conservación de la especie.
Así que allá vamos, enceguecidos contra todos los males de este mundo, recordando las fantasías en que encarnábamos el papel de los héroes míticos que siempre soñábamos ser, despreciando esos raspones de quejicas que siempre surgen en la consecución del logro de nuestro objetivo… y así, tomando por la cintura a nuestro príncipe o princesa, vamos y nos arrojamos literalmente a la boca del Lobo… y así es como nos va… No hace falta de que explique esos conflictos y peleas sin fin por los que se pasa, luchamos encarnizadamente con ellos y nos herimos, sufrimos y lloramos hasta que por fin creemos haber logrado una vez más la libertad ansiada, pero también vemos que es duro, aún más que antes, lograr llegar a nuestras metas… y es allí donde siempre sucede algo que no tiene que ver con uno ni con nada conocido y todo acaba, nos morimos y caemos al abismo universal del Caos desde el que todo volverá a comenzar una vez más, cuando atravesamos ese río del olvido y hagamos, en una gran medida, una y otra vez lo mismo… aunque, también es cierto, lo hacemos un poco mejor … mejor en el sentido de la especialización que nos llevará, tras incontables años de repeticiones conductuales, a hundirnos más y más en el Sendero hasta desaparecer finalmente entre los fósiles de los modelos perimidos de la consciencia, que pueblan sus estratos más inferiores y sobre los cuales se sustenta la más antigua autopista por la que discurre la vida.
Hasta aquí las cosas por todos conocidas. Esto se define como el tránsito por “El Sendero del Hombre Común”, en donde todas las vidas están regidas esencialmente por el Regente Natural del Signo, o su Primer Regente de tres, presente en todas y cada una de las energías zodiacales. El esoterismo tradicional considera a éste el recorrido del alma hereje, seguramente influida por las fuentes religiosas que marcaron su origen allá por el medioevo. Al Sendero del Hombre Común se pueden parangonar las vidas de todos los seres vivos, es el circuito “automático” del ciclo nacimiento-reproducción-muerte que siguen todos los seres, pensantes o no, y que si nos detenemos un instante a observar en nuestro entorno, es el que más transita y experimenta la gran mayoría de la sociedad en que vivimos.
De la comprensión de la regencia esotérica y el por qué es que finalmente pasa lo que pasa a causa de su mayor o menor consciencia, y que actúa como marca de fondo en el Sendero de los Iniciados
Transitar la consciencia por ese solo sendero no invalida para nada la acción de los otros. No podemos hacer, como con otras cosas, que ello no nos afecte en mayor o menor medida. Hay mucho recorrido por hacer y que, además, suceden en simultáneo en cada aspecto de nuestras vidas (física, mental, emocional, espiritual, etc.). El contacto con esta energía, cualquiera sea la instancia zodiacal que transitemos (esto es: cualquier “Signo”) siempre es completa, y no podemos esperar a internalizar una para pasar a la siguiente cual si se tratara de materias correlativas que estuviésemos estudiando en el instituto. La vivencia de todos los niveles es simultánea, y es por ello que su incorporación se va dando conjuntamente de modo completo. La mayor o menor afinidad con determinadas energías hace que tengamos muchas veces la ilusión de haber superado la prueba, cuando en realidad seguimos en el mismo sitio. Por ejemplo, leer completamente un libro sobre Agujeros Negros no nos transforma en Astrofísicos; hay un conocimiento previo indispensable para la comprensión cabal de su contenido y para poder usarlo como base de nuestra creativa propuesta futura sobre dicha materia.
Triste… ya lo hemos dicho. El único modo de definirnos a nosotros mismos, es justamente por el de definirnos a nosotros mismos como diferentes. Tan diferentes como lo son el/la otro, y lo otro. Una diferencia que somos y rechazamos del otro. Un mal argumento que refuerza la propia idea del Yo, en el sentido en que el otro no es ni será nunca como Yo… y al separarme así de él es que lo rechazo.
Solo puedes enfrentarte verdaderamente a una o un otro cara a cara, después de estar dispuesto/a a enfrentarte con tu propia muerte sin ningún temor ni desafío. No habrá así en modo alguno dependencias ni conflictos, ni dolores, ni padeceres, sino el goce de un recrearse mutuamente en perpetua armonía.
Triste… Pero no se está aún preparados como especie a nivel consciente en esta comprensión natural de la regencia esotérica de Urano sobre Libra en tanto lo otro, el/la otro, y también lo más otro existente, y que es muy ridículamente elegante y simple de transitar, pero que es un algo total y completamente diferente de todo lo conocido, y por ello es que nos impacta.
Más allá de la Muerte en el Sendero de los Discípulos… o del Tercer Regente, o el Regente Jerárquico, o del Yo Superior
Comprender la regencia jerárquica de Saturno sobre Libra, nos lleva un paso más allá en llegar a comprender nuestra acción y reacción frente a lo otro, el/la otro, en donde el otro, y lo otro, es siempre una confrontación con la muerte… esto desde el punto de vista emocional y psicológico, y que tendemos a hacerlo presente desde ese tan cercano plano que llamamos «subconsciente» e «Inconsciente Personal»… y así, con esa falsa idea es que ingresamos luego hacia Escorpio solo para ser apaleados malamente por una lagartija sobrealimentada. En el inconsciencia este Saturno es un «recuerdo» deformado de la energía que en verdad nosotros percibimos que está presente allí en Escorpio, que es la de Plutón. El Destructor de Mundos. El que provoca el Fin de Todo lo que Es. La Muerte… La Muerte del Yo, que es lo único que creemos conocemos de verdad… Inmaduros como estamos se dispara efectivamente aquí, sí, sí, el Instinto de supervivencia… en cualquier plano, en todos los planos. La lucha del Yo por la supervivencia es feroz. Transformarse es morir y, morir… no way.
El Yo tiene aún una emocionalidad muy inmadura. Poco sabe de su especie, y lo que sabe, en gran medida, es solo por lo que vivió en el seno de su familia, y le gusta tanto como para haberse ido finalmente de allí… no es verdaderamente consciente de un otro en tanto amor sin dolor y de modo eterno… no tiene «amigo», ese familiar del alma, del mismo agua pero de diferente canilla, no tiene a ese igual… a ese par, pues ese o esa otro, y eso otro, a quien se enfrenta desde su infantil psicología, es vivido simplemente como: la Muerte.
La comprensión de esa energía Saturnina a la que nos enfrentamos es primordial comprenderla en el sentido de que es auto-impuesta. En el momento en que adquirimos individuación consciente al pasar de Cáncer a Leo es que nos escindimos entre aquello que nos agrada y lo que no de nosotros mismos, ponemos un límite y una separación entre esto y aquello, entre Yo y los otros, entre yo y lo otro. Hay una negación de una parte que nos es propia, y es esa parte a la que nos enfrentamos aquí con el fin natural de lograr vivir una completitud. Desde esta perspectiva toma una nueva dimensión la comprensión de esa frase que solemos utilizar cuando conformamos una pareja: “¡He encontrado al fin mi otra mitad!”… pero al no asumir conscientemente que esa mitad no es “otro” sino uno mismo, es donde podemos comenzar a resolver de antemano los conflictos que se suscitarían a futuro con ese “otro real” que tenemos enfrente. Ese “otro” está allí espejándonos, lo mismo que nosotros a él/ella, lo mismo que nosotros a ello que sucede y de eso que “sucede” a nosotros mismos. C. G. Jung dice en sus escritos que Destino (aquello que nos sucede) es solo lo que ignoramos de nosotros para ser incorporado conscientemente y completarnos. En la medida que sostenemos esta diferenciación, este límite egoico auto-impuesto, al no reconocer a el/la/lo otro como propio, es donde se refuerzan las patologías egoístas en el individuo que lo llevan a desvincularse cada vez más consigo mismo y con los “otros”, haciendo de su vida un interminable calvario en donde se culpa al otro/a o las “circunstancias” por lo que nos sucede.
La vincularidad comienza por casa o no comienza bien, y lo que no comienza bien difícilmente terminará bien. En la medida en que no podamos vincularnos con nuestras partes más oscuras, será imposible que podamos vincularnos de un modo medianamente sano con los otros.
Fuente Astropampa
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