tristeza, atención, vicio, emoción, reflexión, Reinaldo Dos Santos
La tristeza es tan ineludible como la alegría. Pero desde hace unas períodos en la sociedad occidental se nos requiere un falso “felicismo” que nos traslada a no apreciar de forma sana emociones forzosas para nuestro crecimiento. Entiende que solo es admitido exponer la cara bonita de nuestra vida, como si residiera prohibido apreciar y manifestar emociones que no conducen a esta obsesión de estar alegre en todo momento.
La tristeza es una emoción ineludible, pero el hecho de que se reconcilie en un vicio o un estado periódico nos exterioriza que debemos que poner más cuidado a la hora de perfeccionar nuestra gestión emocional. Inclusive cuando constar tristes es natural, ante la pérdida de un ser querido, la noción de una enfermedad o la pérdida del trabajo, se logra cambiar en una emoción trastornada cuando consigue niveles de rigor muy altos o se eterniza en el tiempo.
Otro tipo de tristeza, mas desadaptativa, es aquella que nace de no quererse uno mismo. Es la secuela de desatendernos sin saberlo, y no a la capacidad de la falta de cariño de los demás. Constamos tristes y sin ganas de nada porque subjetivábamos que los restantes no alcanzan lo que nos pasa por dentro.
Aunque si bien, la tristeza es estimada una de las emociones básicas, convenientes a renuencias afectuosas innatas, presentes en todos los seres humanos y necesarias para una considerada medida emocional ante contextos negativos.
La presencia en nuestra vida de emociones como la desolación es normal y adaptativo, ya que nos ayuda a ajustarnos a la situación cuando vivimos circunstancias de alejamiento física o psicológica, la pérdida o el fracaso, la decepción, ante la ausencia de actividades fortalecidas y ante la costumbre de dolor crónico, entre otros.
Cuando esta emoción deja de ser adaptativa y viene seguida por otros síntomas, como problema para conciliar el sueño o dormir en exceso, apatía, pérdida de ilusión, pensamientos negativos sobre uno mismo y sobre su vida, la vida de la persona soporta una interrupción. Entonces constamos frente a un problema.
La presencia de pensamientos y sentimientos negativos y distorsionados sobre la realidad origina tristeza y desesperanza.
Fuente Reinaldo Dos Santos
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