origen emocional, enfermedad, síntoma, chamanes, alma
Los chamanes (o curanderos) buscaban distintas causas a las enfermedades de sus pacientes. Algunas de ellas eran meramente físicas, otras emocionales (peleas, asuntos pendientes, deseos reprimidos o no resueltos), otras, espirituales o del alma.
Cuando aparece una enfermedad la primera tendencia es el deseo de apurar su pronta desaparición. De alguna manera corremos una carrera contra reloj para deshacernos de ella y dejar de sentir los síntomas: tomamos lo que haga falta para hacer pasar el malestar y volver a disfrutar de un estado equilibrado de salud.
Sin embargo en la lógica de la enfermedad, cada síntoma corresponde a un tipo de información muy particular que la persona está expresando, simplemente no encontró otra forma de hacerlo. Esa información que sale y toma la forma de una enfermedad puede ser tanto un pensamiento, una emoción o una acción, hecha o recibida por el individuo en algún momento de su vida y que no logró terminar de procesarse o entenderse. Por eso la expresión de la enfermedad es en principio una manifestación del inconsciente.
La mayoría de las técnicas de meditación existentes consisten en traer a la conciencia del individuo el hecho escondido atrás del síntoma. Increíblemente a medida que el significado oculto de la enfermedad se revela y la persona ve y acepta ese significado, deviene como resultado la curación.
Jung dice: “no se curarán de sus enfermedades, son las enfermedades las que los curarán” indicando claramente lo mismo que otros sabios: la enfermedad manifiesta algo oculto en la conciencia, algo que negamos incluso frente a nosotros mismos, la mayoría de las veces por lo doloroso que nos resulta observarlo.
Pero es gracias a su manifestación, que sale a la superficie y entonces puede ser visto y sanado.
Cada enfermedad tiene un momento de inicio, que ha pasado imperceptible para la conciencia de la persona. Ese momento existió y permitió el anclaje del síntoma cuando por alguna razón no pudimos entender algo que vivimos, algo que nos dijeron o que sentimos y no pudimos expresarlo ni reaccionar como hubiéramos querido. En ese instante está la raíz de la enfermedad. Reconocer ese inicio, que está en el pasado y se expresa ahora en el presente, es la llave de la solución.
Pero, para poder reconocer estos patrones que nos llevaron al síntoma y a la enfermedad, es necesario hacernos por completo responsables de la situación. Entender que somos nosotros mismos los que nos creamos las enfermedades es algo que en principio parece inaceptable, ¿cómo me voy a hacer eso yo mismo? Sin embargo son los conflictos en nuestros pensamientos, emociones y acciones las que producen todas las manifestaciones de enfermedad física y emocional. Lo bueno es que somos nosotros también, los que tenemos el poder para mejorar nuestra salud simplemente estando dispuestos a buscar la solución en nuestro interior.
Desde la óptica de la meditación, una enfermedad, ya sea leve o persistente, encierra en sí misma una lógica que tiene relación con información vivenciada en proceso de aprendizaje que quedo estancado o en conflicto. Información que de alguna manera es resistente a ser aprendida desde el punto de conciencia de la persona en el momento en que fue vivida.
Al observar esos eventos y traerlos al “ahora” los hacemos conscientes. Ese primer paso nos coloca en otro lugar: el de comenzar un camino curativo. Otra conocida frase de Jung dice “lo que no se hace conciencia, se hace destino” por eso: ver el hecho, la emoción, el pensamiento atrás de la enfermedad es el principio de la curación. Y si esto ocurre dentro del espacio interno, dentro de la meditación, de una manera clara y sin espejismos la enfermedad desaparece por que desaparece el motivo que hacía posible su existencia.
La meditación tiene la reconocida capacidad de otorgar a sus practicantes mejor salud o mayor resistencia a las enfermedades. Eso se debe principalmente a que la práctica de la meditación trae una cualidad clarificadora de la conciencia. La meditación mejora la autopercepción y así permite que esos procesos de aprendizaje se realicen con mayor celeridad. Además es calmante, analgésico, relajante, antidepresivo y te permite regular la presión arterial. Incluso la práctica de la meditación impacta en la estructura genética, en el ADN, restaurando y sanando.
La meditación es una herramienta con variadas técnicas que permiten que una persona se observe a sí misma, aumentando la autoconciencia, y la habilita para que plenamente se sumerja en su interior y se conecte con el Todo. Esta es una experiencia que facilita una conexión ilimitada y que da estados de plenitud, bonanza, mejora la creatividad y el optimismo.
Es ahí cuando la enfermedad se une al proceso espiritual abriendo paso a lo trascendente. La persona descubre el Ser eterno que la habita y enfoca desde una nueva perspectiva el tema de la solución a esa enfermedad.
Entonces, comienza un profundo despertar interior. Ese despertar de la conciencia invita a una exploración interna que da sentido a la existencia misma y además de permitir recuperar la salud y el bienestar nos permite recuperar partes de nosotros mismos olvidadas o rezagadas y nos devuelve la vitalidad y el sentido por la vida.
Estas son algunas preguntas que pueden ayudarte a dilucidar la raíz de la enfermedad y eliminar el conflicto que la ha creado:
* ¿Qué estaba haciendo antes de la aparición del síntoma?
* ¿Cuál era mi estado general en ese momento?
* ¿Qué áreas internas manifestaban un conflicto mayor?
* Las ideas que tenía a esa edad o en ese momento con respecto a la situación vivida.
* Las emociones que se disparaban por lo que estaba experimentando.
* Los actos (realizados o no) que derivaron de esa experiencia.
* ¿En qué me ha beneficiado transitar esa dolencia?
* ¿Cómo crear armonía en mi vida y mi salud? ¿Qué cambios debo hacer?
Fuente Entre Mujeres
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