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Eran alrededor de las 6:30 de la tarde. Había hecho una pausa en lo que estaba haciendo y miré por la ventana. Con el cielo gris azulado como fondo, había tres pájaros revoloteando, danzando en semicírculos. Me daban una sensación de alegría serena, como cuando se culminan bien las tareas del día. Mis pensamientos se detuvieron. La mente quedó distraída al disfrutar esas aves en su movimiento casi hipnótico. Así son los pensamientos a veces, como esos pájaros. Van y vienen en círculos y pueden distraernos de la realidad. En muchas ocasiones, los pensamientos no solo revolotean sin cesar sobre un mismo tema, sino que se quedan picoteando en la mente, clavando una idea fija y activando miedos y angustias.
Muchas veces no basta que sepamos que los pensamientos son obra de nuestra mente y pueden ser pasajeros, absurdos, infundados e irreales. Lo racional puede no alcanzar para detener la cantidad de pensamientos que agobian y que suelen ser tan rápidos que solo captamos la punzada de miedo, de rabia o de angustia que ellos producen. «¿Y si tengo una enfermedad grave?», «No voy a poder con esto», «Que no le pase nada malo a mis hijos», son algunos de los pensamientos que usualmente pasan por nuestra mente.
Toma aire, fuerza y consciencia de que no eres esos pensamientos, eres mucho más. Tu mente es como el cielo y los pensamientos son las nubes o los pájaros. Ese cielo está conectado al de tus familiares, con su consciente e inconsciente colectivo, y está enlazado con el de la humanidad que, en muchas partes, es tóxico y contaminado a causa de los malos pensamientos y emociones negativas.
Tu clima mental va cambiando y lo puedes modificar a voluntad. Ese cielo que ves allá afuera es apenas parte del espacio infinito, que va mucho más allá de nuestra comprensión humana -pero que existe. Mientras más subes en él, más limpio está. Así es tu mente.
Fuente Estampas
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