En cualquier momento del día, reforzando la afirmación:
“Al apreciar mi vida, atraigo más y más para apreciar”, realizamos el siguiente ejercicio:
Se trata de dibujar la flor de la vida.
El efecto inmediato es que el agite mental constante que se tiene queda reemplazado por la imagen de la flor de la vida, y esta produce en la mente el acto del silencio.
También se puede meditar en ella, y con la suficiente concentración, el efecto es de sumergirse en Dios y apreciarte a ti mismo sin críticas, ni juicios.
La flor de la vida consta de 19 círculos de igual radio, entrepuestos unos con otros, a los cuales se les dibuja uno o dos círculos por fuera que los encierran, de los cuales el primero toca los pequeños círculos que forman los vértices del hexágono, y el segundo se dibuja más afuera.
La manera de dibujar la flor de la vida es simple, solo se parte con un punto, y de allí, con ayuda de un compás, se dibuja el primer círculo.
De este, se dibuja, poniendo la punta del compás en el borde del círculo, otro círculo del mismo radio, y después en las uniones de los círculos, se van dibujando los restantes.
