calma, encontrar, disciplinas espirituales, estado, llega sola
Entre los mensajes sobre disciplinas espirituales, frecuentemente aparece la pasividad, la quietud, la calma. Pero en mi experiencia, encuentro que no es tan sencillo hallarla.
No me resulta tan fácil obedecer la orden que algunas veces me autoimpongo de estar quieto, en calma. Descubriéndome algunas de esas veces, forzándome a conseguir esa calma. Y obviamente ha resultado imposible alcanzarla.
Pero descubrí que es un estado posible si dejamos que llegue, que se adueñe de nosotros, casi sin opciones, después de haber estado en actividad.
Si es una emoción la que me perturba, me permito sentirla, que aflore hasta agotarse. Y luego llega la calma, espontáneamente. Sentarme como un buda, a veces, solo ha disfrazado mi ansiedad o mi preocupación. Tratar de estar en calma, cuando no lo estamos, es un intento por disimular la intranquilidad que termina resultando incómodo. Estamos quietos, pero por dentro seguimos hirviendo.
Por eso, cuando necesito estar en calma, y no lo puedo lograr, busco enfocar mi energía en la acción. Hago lo que puedo en ese momento; hacer un mandado, limpiar, caminar, correr o lo que esté a mi alcance realizar. Y así, la calma llega espontáneamente.
Hacer implica movimiento físico. Mover energía, ponernos en marcha. De esta manera, el cuerpo tendrá nuestra atención, y en lo que hacemos invertiremos la mayor parte de nuestra energía. Así finalmente, podremos quitarle fuerzas al pensamiento, que en definitiva, es el que nos deja casi sin aliento.
Fuente Facetas
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