fe, Esperanza, reflexión, camino, mejora, Eduardo Luz, Cartas Egipcias
A lo largo de mi trabajo y mi experiencia con todo lo que hago he comprendido que, una de las cosas más fundamentales y necesarias que puede tener cualquier persona, es la fe. Hace un tiempo, cuando cursaba mis estudios de Historiador del Arte, una profesora a quien apreció muchísimo por su gran vocación y dedicación a la docencia, mientras nos impartía clases de Arte Español, dijo algo que marcó totalmente mi vida y que aún, a pesar del tiempo sigo recordando como si hubiese sido ayer. Ella durante su clase nos decía: ‘Lo que realmente mueve al mundo, a los hombres es la fe, indistintamente en lo que crea o no, el hombre siempre pondrá su fe en algo y siempre la tendrá, nadie se la puede arrebatar’. Qué ciertas esas palabras, que aún resuenan fuertemente en mi cabeza.
Cada hombre y mujer cultivan dentro de sí, la fe en algo, ya sea a nivel místico, espiritual o físico. La raza humana siempre buscará satisfacer su necesidad de sentirse protegido y cobijado por algo o alguien y eso lo logra a través de la fe. Tener fe nos ayuda a mantener esperanza o viceversa, lo cierto es que ambos conceptos podrían ir fácilmente de las manos. La fe proviene del latín fides, y se le considera como la seguridad o confianza que se puede tener hacia una persona, cosa, deidad, opinión, doctrinas o enseñanzas de una religión. Por otra parte, es considerada como un concepto en donde se sustenta una creencia pero sin bases y pruebas claras. Por otra parte, la palabra esperanza puede surgir como contraposición de lo que representa la fe, ya que representa el estado de ánimo que surge cuando se presenta como algo alcanzable lo que se desea.
Podríamos decir entonces que la fe, consiste en una esencia propia del ser que establece su creencia de que algo se logrará gracias a una deidad, persona o similar, en cuya manifestación se encarna la esperanza, ya que, esperando que se logre lo que se quiere, terminamos alcanzando eso que deseamos con fervor. Estamos, como sabemos, en tiempos realmente difíciles, globalizados, en tiempos cargados de una energía única, sinigual. Atravesamos momentos en donde lo único que nos queda, para gran parte de los habitantes de este mundo, es tener fe y esperanza, alimentar nuestra alma, corazón, nuestro cuerpo con muchísima fe que nos mantenga de pie y esperanza, para ayudarnos a mantener la frente en alto.
Recordemos que, donde hay fe, también nace la esperanza. El hombre en la actualidad ha estado sometido a infinidad de cosas que le han hecho perder la noción de estos términos, llevándolos a experimentar una especie de desesperanza nada normal que recae esencialmente en la falta de objetivo y motivación para seguir avanzando. La fe en nosotros mismos es otra cosa que nos motiva a ser mejorar, la esperanza de que, incluso, nosotros mismos podamos cambiar, es el reflejo esencial y el alcance de ambos conceptos en estos tiempos difíciles. Nadie puede andar por el mundo sin fe, porque en algo debemos creer, incluso en la medicina.
Debemos dejar claro que la Fe y la Esperanza no son lo mismo. Por un lado la Esperanza es el retrato mental de tu promesa realizada, es la imagen clara de tu promesa cumplida, la visión de lo que esperas con fe. Mientras que por su parte, la Fe, es el poder y el motor que te mueve de tu presente a esa esperanza, visión e imagen que ves. Sin esperanza la fe es fantasía y sin esperanza, la fe queda inmóvil, inoperante, ciega pues no puede activarse hacia lo que no ve. La esperanza sin fe nada puede, la fe sin esperanza nada ve.
Estamos en los momentos en donde debemos luchar contra todas las vicisitudes que se nos puedan presentar en la vida para que no podamos perder nuestra conexión mística y espiritual con la propia existencia. Nos vemos inmiscuido en una eterna lucha en donde tenemos que saber sobreponer ciertas cosas para darle paso así a la confianza y a la plenitud, que nos permite ser cada día mejores, libres y conscientes de que, a pesar de las dificultades, no podemos olvidarnos de nada y mucho menos dejar de lado la capacidad que tenemos para ser grandes.
Confiar y creer, son cosas que debemos saber trabajar muy bien pero sobretodo, debemos saber cuidar muy bien nuestra propia capacidad de ser seres espirituales. Confiar en nosotros implica poseer fe inquebrantable y esperanza constante. Venezuela, especialmente vive un proceso difícil en donde el papel de la fe, la esperanza y la constancia, juega un papel importantísimo y en donde, tenemos que ser constantes en estos puntos para no caer en crisis. El hecho de que estén jugando a la desesperanza en nuestro camino y estén generando inestabilidad, solo debe servirnos para ser más fuertes, trabajadores, constantes y sobretodo, más fortalecidos.
No caer en la desesperanza, juega un papel importante de la propia existencia y ser constantes en nuestra fe, sea en lo que sea, debe formar parte de nuestro día a día, para de ese modo poder evitar cualquier tipo de situación que nos lleve a experimentar sensaciones extrañas. Cumplir a cabalidad estos preceptos nos augura, quizás un maravilloso período en donde el crecimiento espiritual nos termina por conectar considerablemente con el mundo que nos rodea.
¿Tienes fe? ¿Posees esperanza?
Trabaja en ello, para que seas día a día una mejor persona. No dudes de ello.
Fuente Eduardo Luz / Cartas Egipcias
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