Muchas personas sienten la necesidad de conocer acerca de la historia de ángeles. Existe valiosa información al respecto, entre ellas se encuentra este resumen interesante que ofrece el Libro El Poder de los Ángeles Cabalístico de Mónica Buonfiglio.
“La historia de los ángeles, lamentablemente, es corta. Los egipcios ya hablaban de ellos; luego, los griegos, amantes de la precisión, se referían a los ángeles como los DAIMONES. (Genio, Ángel, ser sobrenatural). Pero todo esto se perdió, quemado en la época de ascensión del cristianismo primitivo de Occidente. Hoy, lo poco que nos queda deriva de los estudios cabalísticos desarrollados por los judíos, quienes fueron los primeros en creer en esta energía.
El mundo cabalístico está dividido en cuatro jerarquías energéticas: Emanación, Creación, Formación y Acción. Emanación es el centro de todas las energías. Creación es el tiempo y el espacio. Formación es el mundo de las especies, de las cosas concretas, que tienen forma definida. Acción es la fuerza por la cual cada individualidad creada reacciona y manifiesta vida. En este libro trataremos de la Formación, tercera categoría, de la cual forma parte el mundo angelical.
La palabra hebrea para Ángel es MALAKL, que significa “mensajero”. Las primeras descripciones de ángeles aparecen en el Antiguo Testamento. La mención más antigua aparece en Ur, ciudad del Medio Oriente, unos 4.000 años a. C. Más tarde fue introducida por el emperador romano Constantino, quien, siendo pagano, se convirtió al cristianismo cuando antes de una batalla importante vio una cruz en el cielo. En el 325 d. C., durante el Concilio de Nicea, la creencia de los ángeles fue considerada un dogma de la Iglesia. En el 343 d. C., se determinó que reverenciarlos era idolatría y que los ángeles hebreos eran demoníacos. En el 787 d.C., en el Séptimo Sínodo Ecuménico, se definió el dogma sólo en relación con los arcángeles: Miguel, Uriel, Gabriel y Rafael. Santo Tomás de Aquino fue un estudioso del tema. Él decía que los ángeles eran seres cuyos cuerpos y esencias estaban formados por un tejido de la llamada “Luz Astral”. Ellos se comunican con los hombres a través de la Egrégora3, eludiendo así asumir formas físicas.
La aureola que rodea la cabeza de los ángeles es de origen oriental. Nimbo, del latín Nimbos, es el nombre dado al disco o aura parcial que emana de la cabeza de las divinidades. En Egipto, el aura de la cabeza era atribuida al dios solar Ra y, más tarde, en Grecia, al dios Apolo. En la iconografía cristiana, el Nimbo o diadema es un reflejo de la gloria celeste y su origen u hogar, el cielo. Las alas y los halos aparecieron en el Siglo I. Las primeras representan la rapidez con que los ángeles se mueven.
Cuando el pueblo judío estaba en cautiverio en Egipto, fue santificado por la persecución sufrida. Lo que ellos sabían sobre los ángeles sufrió influencias de los egipcios, persas y babilonios, comprobándose coincidencias para los cabalistas. Por ejemplo, lo que para los hebreos eran “ángeles”, para los egipcios eran “dioses” (la diosa Isis tiene alas). En el Panteón musulmán encontramos la cita sobre Azrael y Djibril, y su correspondencia con Rafael y Gabriel. Los caldeos y otros pueblos de la antigüedad creían en los genios bueno y malo. Los romanos creían en entidades llamadas “genius”.
En la época en que vivió Jesús el racionalismo provocó algunas diversificaciones en cuanto a la idea que los judíos tenían de los ángeles. Los saduceos negaban su existencia. Los tanseos la aceptaban. Las escrituras esenias, confraternidad de la que formaba parte Jesús, están repletas de referencias angelicales. En el Nuevo Testamento los ángeles aparecieron en los momentos claves de la vida de Jesús: nacimiento, prédicas, martirio y resurrección. Después de la ascensión, Jesús fue colocado junto al Ángel Metatron.
Algunos estudios aceptan la posibilidad de que los tres Reyes Magos fueran ángeles. Melchor, Rey de la Luz; Baltazar, Rey del Oro, Guardián del Tesoro, del Incienso y de la Paz Profunda; y Gaspar, el etíope, que entregó el incienso contra la corrupción. María llevaba a Jesús en su seno cuando fue conducida por José a Egipto. Jesús admiraba la ciencia de ese país, y tal vez esto y su trabajo como carpintero justifiquen el cristianismo primitivo, lleno de signos y parábolas.
La tradición católica dividió a los ángeles en tres grandes jerarquías, cada una, a su vez, subdividida en tres compañías:
1) Serafines: personifican la caridad divina.
Querubines: reflejan la sabiduría divina.
Tronos: proclaman la grandeza divina.
2) Dominios: poseen el gobierno general del universo.
Potencias: protegen las leyes del mundo físico y moral.
Virtudes: promueven prodigios.
3) Principados: responsables por los reinos, Estados y países.
Arcángeles: transmiten los mensajes importantes.
Ángeles: velan por la seguridad de los individuos.
Cada una de las jerarquías angelicales está regida por un príncipe y se corresponde con una letra del alfabeto hebreo:
ÁLEPH: corresponde a los Serafines y el Príncipe es Metatron.
BETH: corresponde a los Querubines y el Príncipe es Raziel.
GHIMEL : corresponde a los Tronos y el Príncipe es Tsaphkiel.
DALETH: corresponde a los Dominios y el Príncipe es Tsadkiel.
HE: corresponde a las Potencias y el Príncipe es Camael.
VAU: corresponde a las Virtudes y el Príncipe es Raphael.
ZAIN: corresponde a los Principados y el Príncipe es Haniel.
HETH: corresponde a los Arcángeles y el Príncipe es Mikael.
TETH: corresponde a los Ángeles y el Príncipe es Gabriel.
Hacia el final del Renacimiento, el tema de los ángeles perdió importancia y permaneció en el “olvido” por muchos años.
Desde 1990, la Gran Fraternidad Blanca está limpiando el karma de la humanidad. Como el 50% de este karma ya fue eliminado, confirmamos la aparición de los intermediarios entre ángeles y hombres: gnomos, duendes, silfos, ondinas, hadas y salamandras. Son obreros de Dios, seres de luz con la misión de mantener el orden de la naturaleza.
Fuente Ada Addais / Wicca Reencarnada