Kwan Yin: 10º Principio

“Como recordarán, el príncipe viajaba en su nave sumergido en esa grandeza que había descubierto de la Voluntad Divina. Para leer el inicio de este hermoso cuento revisa este enlace

Los 10 Principios (9º Principio) – Kwan Yin

Sabedor que la Voluntad Divina se cumple tarde o temprano y que, si bien, los caminos de los seres no siempre están inundados de armonía y de paz, en realidad, la Voluntad Divina permite esas desavenencias para que, las lecciones que después son traducidas en principios universales, den, a cada uno de los seres, la grandeza de espíritu que necesita para descubrir las enseñanzas que se encuentran encerradas en esas experiencias.

El príncipe hallábase maravillado de ese magnífico descubrimiento; de ver cómo, el hombre, en el ejercicio de su libre albedrío, no hacía otra cosa que cumplir con los designios divinos, es decir: a pesar de que el hombre ejercía su derecho a decidir su vida, a fin de cuentas, todo eso estaba perfectamente incluido en el objetivo final de la Voluntad Divina. Veía, entonces, en magníficas escenas, cómo los astros evolucionaban hasta ver nacer humanidades en su superficie. Veía cómo, cada cosa, cada ser creado en el universo, proporcionaba una pequeña nota dentro de ese gran concierto de evolución que el plan divino había definido con tanta anticipación y, ante ese secreto que a sus ojos parecía el más grande de todos, su espíritu se hallaba inmerso en emociones nunca antes experimentadas.

Mientras tanto, en otro lugar del universo, un castillo, un rey y una reina, sonreían tomados de la mano. En sus ojos se dibujaban las escenas de un hijo amado que había partido, tiempo atrás, en busca de 10 principios. Veían su nave y veían la grandeza de ese espíritu que animaba el cuerpo de su hijo, lo veían grande y sabio y sus corazones se llenaban de paz y de felicidad. El rey comentó:

_Creo que ya es hora de mandar nuestro presente.

_Estoy de acuerdo contigo amado mío, contestó su reina, es el momento de que le enviemos el regalo.

Y, diciendo esto, subieron hasta su alcoba y tomaron un pequeño cofre de cristal oscuro que habían guardado para una ocasión especial. Se acercaron a la ventana de su castillo y, tomándolo en sus manos, abrieron la tapa del cofre. Sus pensamientos volaron hasta donde se encontraba su hijo y le dijeron:

_Recibe, ahora, el secreto de los secretos con todo nuestro amor, y del cofre salió, flotando, una pequeña estrella y se dirigió, rauda y veloz, hacia donde el príncipe se encontraba. A su paso, la estrella, iba dejando pequeñas chispas de luz simulando un cometa luminoso con una cauda de estrellas.

Mientras tanto, el príncipe, había escuchado las palabras de sus padres, sentía un amor profundo hacia ellos, un amor que había cambiado, de aquél que sentía cuando iniciara el viaje. En aquel entonces, su amor estaba lleno de admiración por sus padres, los veía tan grandes y tan sabios y él tan pequeño y tan inexperto, que su amor era más bien veneración. Ahora, después de todo lo que había pasado, entendía el verdadero amor, aquél que nacía de los espíritus grandes, aquél que nace de la comprensión de saber que todos somos iguales, de saber que cada uno es Dios en potencia, de saber que somos uno con todos y con todo. Su amor estaba lleno de gratitud, no únicamente a sus padres, sino al Dios infinito que le permitía entender sus secretos y sus leyes, que le permitía asomarse a esos misterios que, por tanto tiempo, rodearan a la creación, ante sus ojos.

Estaba en posesión de 9 principios, sabía que sólo faltaba uno. Cuando oyó del regalo, cuando supo el secreto de los secretos, ya no había en él la ansiedad que experimentara al inicio de su viaje, no había en él ni curiosidad, ni deseos, ni ninguna emoción, salvo aquélla de sentirse uno con el universo, de saber que la Voluntad Divina se iba a cumplir a pesar de él mismo, de saber que no importara lo que pasara, de todas formas él llegaría a conocer todos los secretos del universo. Internamente sólo había paz, armonía y unidad con todos los seres de la creación. Pudo ver, con su mente, a esa estrella que se acercaba a su paso, pudo seguirla y se regocijaba observándola en toda su maravillosa existencia. El vuelo majestuoso que hacía mientras surcaba los espacios, el polvo de estrellas que iba derramando con su cauda le pareció algo infinitamente bello y sabía que venía hacia él.

Las emociones experimentadas eran tan grandes que su cuerpo le parecía infinitamente pequeño para encerrar esos sentimientos que lo embargaban. Dejó que su espíritu se expandiera, fundió su mente con todo el universo y, de esa manera, pudo, entonces retornar a esa paz y armonía total, esperó sin prisas a que la estrella terminara su viaje y, cuando hubo llegado, la estrella se posó frente a él e inesperadamente se sumergió en su frente.

Un chispazo de luz inundó todo; su mente, no fue otra cosa que una expansión finita de luces, sonido, música, aromas, vibraciones, todo creció de manera instantánea. Quiso pensar y sus pensamientos fueron luz, vibraciones, armonía, sonidos y colores. Quiso preguntarse quién era él y su voz se multiplicó en cada estrella, en cada sol, en cada ser del universo, su pregunta la hicieron instantáneamente millones de seres en todo el universo. Quiso moverse y se vio convertido en sol y, al mismo tiempo, en planetas girando a través del sol. Se vio en insecto y se vio en planta, se vio en la lluvia que caía, en el río que se escurría y en el mar que permanecía en calma. Quiso hablar y oyó el sonido de los vientos soplando a través de las selvas, el rumor del agua cuando salta entre las piedras; oyó el canto de los pájaros en los amaneceres primaverales; oyó el rumor del agua al convertirse en cascada y romper las duras rocas de la tierra; oyó el silbido de los cometas al pasar cerca de los planetas habitados.

Tal grandeza lo embargaba. Algo, como una palabra diciendo, gracias, quiso salir de su pecho y observó galaxias en colisiones cósmicas, explosiones de estrellas convertidas en supernovas, átomos fundiéndose, niños naciendo, flores abriéndose y, entonces, entendió el secreto de los secretos. Sus pensamientos eran el eco de la creación, sus acciones eran las acciones de Dios mismo, todo su ser estaba en unidad con Dios, se había convertido en una extensión de Dios.

Ahora, más que nunca, se sentía parte de ese maravilloso Dios que había creado todo lo existente, ahora sabía, que el secreto de los secretos era, que…

…“Dios mora en cada uno de sus hijos,

no había forma de expresar eso, no había manera de agradecer, las palabras sobraban, las emociones, igualmente, sobraban, acababa de conocer el último secreto.

Sumergido como estaba, en esas emociones, abrió sus ojos de pronto y se encontró nuevamente con sus padres. Ahí estaban ellos frente a él y lo miraban con una dulzura infinita, sus ojos penetraban dentro de los suyos, su padre y su madre estaban dentro de él y él estaba dentro de ellos. Oyó que su padre le dijo:

_Bienvenido hijo mío, y su madre que le decía:

_Hijo mío, te esperábamos para emprender el viaje.

Sin pensarlo, el príncipe los abrazó e inconscientemente dijo:

_¿Cuál viaje madre mía, a dónde iremos? Y sus padres contestaron:

_¿Tiene eso alguna importancia?

Una gran luz inundó los 3 cuerpos, fundidos en un abrazo, y partieron en un viaje que no tenía destino.

Con esto damos por terminada la historia del príncipe.

Kwan Yin dice: Daré unas palabras finales para el relato del príncipe y esto es lo que les quiero decir:

El príncipe es cada uno de nosotros. Su viaje por el universo es el viaje que todos emprendemos por la vida. El descubrimiento de los secretos no es otra cosa que las mismas lecciones que la vida nos va enseñando a medida que caminamos por el mundo. Los peligros por los que pasamos no son otros que los mismos que el príncipe tuvo que afrontar y salir adelante gracias a los consejos que su propio padre le había dado. Nosotros vamos por la vida, pero muchas veces olvidamos los consejos de nuestro padre; muchas veces ignoramos aquellas palabras iniciales que nuestros padres nos dijeran antes de lanzarnos a nuestra propia aventura.

No importa cuánto tardemos, no importa si una persona descubre todos los secretos de la vida cuando aún es joven o lo hace ya en el ocaso de su vida, todos, en algún momento de su existencia, reconocerán los principios que rigen el misterio de la vida; algunos lo hacen estando al borde de la muerte, otros lo hacen mientras la ven acercarse lentamente en sus últimos años de vida; otros, más afortunados, los encuentran siendo aún jóvenes y, entonces, su vida representa un ejemplo a los demás, la sabiduría la reflejan en todos sus actos, ellos son los sabios, ellos son quienes más pueden enseñarnos. Cada quien en su interior ya los conoce, pero no los recuerda; la vida no es más que un eterno recordatorio de esos principios, una vez que se comprenden, una cortina es corrida dentro de nosotros y un mundo maravilloso empieza a ser descubierto, se viven experiencias que no es posible compartir, se viven unos momentos que no pueden ser explicados; la grandeza de las emociones, lo inmenso de la visión que se abre a los ojos internos, carecen de significado para aquellos que todavía enfocan sus vidas en sus 5 sentidos.

Abrirse al mundo interior es asomarse a Dios. Vivir en el mundo de los sentidos es rodearse de nieblas, por eso, todos nosotros debemos aprender a vivir nuestra propia aventura desde adentro, caminar por el mundo viendo desde adentro, sintiendo a nuestro ser, aprender en cada experiencia que pasa, sentir que somos grandes seres en un viaje por el universo, sentir que nuestros cuerpos son las naves con las cuales nos dirigimos a cada uno de los rincones de esta creación de Dios.

Entender que todos nuestros hermanos viajan, igualmente, siguiendo los impulsos de sus mandatos internos, pero dándonos cuenta que muchos de ellos aún no saben que el viaje se realiza desde adentro, confunden su nave con su propio ser, sin darse cuenta que el envejecimiento de la nave nada tiene que ver con la edad de cada uno de nosotros.

El príncipe llegó y conoció los 10 principios, se unió a sus padres y a todo el universo y siguió su camino. Nosotros, algún día llegaremos, conoceremos los 10 principios, nos uniremos a nuestros padres y partiremos en un viaje sin destino.

Que la luz de cada una de estas palabras descorra los velos que esconden los 10 principios dentro de todos ustedes, ése es mi deseo y algún día, en algún lugar, estaremos en contacto. Hasta entonces.

Con estas palabras terminamos el relato del príncipe. “

Fuente Ada Addais / Wicca Reencarnada

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