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«Los Bere»: un nuevo relato histórico de la humanidad

Después de dos décadas de exhaustivas investigaciones y descubrimientos prodigiosos, Alexandre Eleazar publica en 1985 y en Barcelona un densísimo libro titulado «Los Bere«, en el cual revela el resultado de tantos años de desvelos y sacrificios.

Participa en varias conferencias y realiza diversos artículos en la prensa, no obteniendo respuesta por parte de historiadores ni de organismos oficiales.

Alexandre esperaba que desde el principio de conocerse el contenido de su obra por el público y en especial por los historiadores y arqueólogos, estos confrontaran y discutieran sus investigaciones, pero no ocurrió así.

Haciendo honor a la verdad – y pese a los esfuerzos hechos por él mismo en este sentido – el libro tuvo escaso eco, pasando casi desapercibido por los interesados en temas históricos.

Los medios de comunicación apenas lo comentaron. Los investigadores, arqueólogos y demás estudiosos del pasado enmudecieron ante su aparición en el mercado.

En su primer libro, el autor ha tenido la consideración de no explicar en detalle el sistema, fundamentos y documentación utilizada para llegar a sus asombrosas conclusiones.

Actuó así con el fin de que los versados en iberismo y escrituras antiguas le pusieran en duda y le acusaran de inconsistente.

Intentaba así levantar polémica y que le desacreditaran con el fin de poder después, en una gran conferencia pública, exponer a todos sus detractores los detalles de su metodología investigativa y los fundamentos científicos de sus afirmaciones.

Hay que destacar el hecho bien patente, para la mayoría de los estudiosos de la materia, de que existe un periodo casi en blanco en la Historia, el cual va desde el siglo IV al XV de nuestra Era.

En este periodo se produjo la mayor mutilación de la cultura y destrucción de la Historia que se haya hecho jamás.

Puede decirse que desde la proclamación de Constantino, como Jerarca absoluto de la Iglesia de Roma, se estableció una línea clara de demarcación por la cual todo aquello que estaba en conforme acuerdo con los postulados de esa Iglesia era exaltado y promovido, y lo demás debía ser destruido.

Así, todos los libros de conocimiento público de aquellos tiempos, incluidos los llamados «clásicos», son los únicos que los poderes imperantes de los pueblos han dejado subsistir y ello por ser libros y textos elaborados siguiendo unas premisas bien precisas que en ningún caso pretenden aclarar los acontecimientos del pasado, sino que bien al contrario, los falsean.

De suerte que han llegado hasta nosotros muchos documentos escritos que, por ser en aquellos tiempos ya indescifrables y otros habiéndose descubierto en excavaciones arqueológicas actuales, se han salvado de la quema.

Siendo numerosos en verdad los conservados en muros, columnas, obeliscos, pinturas, tumbas y esculturas hallados en Egipto al igual que los desenterrados en Mesopotamia y Oriente Medio escritos en cuneiforme.

También unimos a ellos los textos ibéricos, de los cuales existen más de un millar, los etruscos, los griegos arcaicos y otros -también muy numerosos- encontrados en todas las tierras bañadas por el Mediterráneo, incluidas las de África y Oriente Medio.

 

Acerca de Alexandre Eleazar

Alexandre nació en Damasco en 1920 y falleció en Barcelona en diciembre de 2004. Huérfano a los trece años pasó su infancia y parte de su juventud en Francia.

En 1965 y en la ciudad de Barcelona, convencido de que el actual conocimiento sobre los hechos del pasado estaba equivocado se puso a la tarea de descubrir el secreto de las antiguas escrituras reputadas indescifrables.

Tras dos años de arduos esfuerzos logra interpretar su primer texto en escritura Ibérica, valiéndose de la lengua Euskera que resultó ser la más antigua de las habladas en la Tierra.

Este primer texto era el conocido con la denominación de «Plomo de la Serreta de Alcoy» hallado en unas excavaciones en 1922.

Luego, al estudiar en profundidad bastantes grafías, incluidos los jeroglíficos egipcios, así como los vocablos y expresiones empleados, llegó al convencimiento de que los antiguos se sirvieron en primer lugar de una sola y única lengua: el Elengoa, el cual su pariente lingüístico más cercano aún existiendo en la actualidad es el Euskera.

Se dio cuenta igualmente que a partir de ella se crearon una infinidad de modismos, los cuales tuvo que utilizar constantemente.

Esto le permitió traducir numerosos textos, obteniendo así cuantiosas y valiosas informaciones procedentes directamente de los escritores, historiadores y Reyes que habitaron la Península Ibérica hace más de 5.000 años.

El Telón del gran teatro de la Historia se levantaba para este investigador incansable.

Con los éxitos logrados en el campo de la interpretación de los signos íberos y otros de parecida textura gráfica, decidió aplicar el sistema de traducción a los jeroglíficos egipcios, comprobando – y no sin gran asombro – que este funcionaba a la perfección, echando así por tierra las afirmaciones y teorías enunciadas por Champolion y por otros acerca de la interpretación y traducción de los textos egipcios.

Pudo observar como tales teorías estaban equivocadas principalmente a causa de que los investigadores no conocen cuál era el lenguaje hablado por los egipcios, siendo este una derivación del Elengoa y por tanto más parecido al euskera que a las ramas lingüísticas semita o copta.

En su fase postrera, el investigador se decidió por la traducción de textos en escritura cuneiforme.

Descubrió, en contra de lo que afirman los estudiosos del tema, que dicha escritura no es jeroglífica sino que se fundamenta en una forma de criptografía, que consta de un elemento semántico clave y un conjunto de componentes aglutinados en torno a este que lo complementan morfológicamente.

Si no se conoce el elemento clave actuando de semantema es imposible darle un significado correcto a los tres, cuatro o cinco signos precedentes e incluso todos los demás del texto, por desconocerse el tema básico sobre el cual trata un texto determinado.

 

Fuente: DivulgacionDeLaObraDeAlexandreEleazar

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