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¿Podemos cambiar el destino?

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La pregunta genera debate y las opiniones son variadas, comenzando por aquellos que creen que nuestro futuro está escrito.

Y estos días al pasear por distintos programas de TV o radio, diarios y revistas, aparecen varios colegas: tarotistas, astrólogos, cartománticos y otros, que anuncian sus Predicciones para cada signo del zodíaco, para el país, y  hasta se arriesgan a decir quién ganará las elecciones presidenciales.

Entonces, en una de las conversaciones televisivas, el entrevistador pregunta: “¿el destino está escrito?, ¿todos tenemos un camino previamente trazado?”

¡Ajá! Esa es una buena pregunta, pienso. Y sus cuatro entrevistados se debaten un poco, hablan sobre Dios, el alma y más. Hasta que una de las presentes, una astróloga colombiana, dice: El destino es como cuando tú haces un viaje de una ciudad a otra, hay varias carreteras por dónde llegar, también puedes irte en bicicleta o caminando, detenerte y quedarte en el camino, irte rápido, ir lento… Está escrito que tienes que llegar, pero no el cómo, o las conexiones, a quién encontrarás de por medio, etc.

Buena respuesta, pensé.

Y es parecido a lo que opina el budismo, sabiduría milenaria que tanto ha aportado a la humanidad.

Hace unos meses escuché a un lama budista hablar sobre el destino. Y entendí que ellos le llaman karma: ley de causa y efecto. Es decir, no conocemos todas las causas de lo que experimentamos en nuestra vida. ¿Por qué nacemos en determinado lugar y familia, con tal aspecto físico o en una década definida? No manejamos esa “causalidad”. No sabemos, por ejemplo, si en una existencia anterior –dícese de “vida pasada”– hicimos daño y por eso tenemos ciertos problemas con gente ahora, o si fuimos muy generosos y en la actualidad gozamos de una estabilidad material, o si vivimos destierro y ahora nos cuesta encontrar un lugar donde quedarnos… Bajo esta mirada, no podemos controlar que el karma positivo o negativo (léase, “que semillas positivas o negativas”) madure  y se manifieste en una pérdida económica, en el encuentro de un gran trabajo, en una enfermedad impensada, en el hallazgo de un buen amor.

Y cada vez que vivo un imprevisto, bueno o malo, de esos que todos tenemos, más de acuerdo estoy con este precepto budista.

Para tristeza de nuestro ego creo que nosotros no escribimos ese destino.

Y para consuelo del mismo, considero que sí elegimos cómo vivir cada capítulo.

Por eso, podemos tomar una enfermedad como una oportunidad para pedir ayuda o de descansar y dejarnos cuidar; o bien como una desgracia y victimizarnos, e insistir en buscar el medicamento que nos cure instantáneamente sin que el cuerpo haga su proceso de sanación. Y podríamos llenar esta página con múltiples maneras diferentes de tomar lo bueno y lo malo de la vida.

Entonces, ¿podemos cambiar nuestro destino?

Mi experiencia me dice que podemos mover algunos hilos para sonreír más, desenredar nudos, encontrar a gente que nos ayude a desatarlos más rápido, colorearlos; saltar obstáculos, protegernos de ciertos peligros; pero parece que la madeja ya tiene sus hebras y un recorrido propio sin que podamos hacer tanto por modificarlo.

Ahora, bajo esta mirada, ¿quién tiene el control de la madeja?, ¡¿quién o quienes están sentados por ahí escribiendo cada capítulo de nuestra historia a nuestras espaldas?! …Eso trataré de explicarlo en otro artículo.

Fuente Guioteca

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