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Un llamado chamánico: los viajes con tambor

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Se dice que vuelven los chamanes para reconectarnos con la sabiduría ancestral. En esta nota te contamos los orígenes una técnica para viajar entre realidades, sanar y obtener información del mundo espiritual.

“El chamanismo no es un sistema de creencias, no es una religión, es un método de curación y conexión con el todo, que puede coexistir con religiones establecidas en muchas culturas», dice Michael Harner, antropólogo, educador, autor de varios libros sobre el tema y creador de la Fundación de Estudios Chamánicos. «El chamanismo incluye, no excluye”, agrega.

En la actualidad se conoce a los chamanes como curanderos o brujos. Ellos poseen en su linaje familiar un conocimiento ancestral en técnicas de curación y sanación que los lleva a estar pendientes del bienestar de los miembros de su comunidad.

Estos métodos son similares en muchas de las culturas del mundo, incluso entre comunidades de Asia y América, de Europa y África, que jamás han tenido ningún contacto, la técnica es siempre la misma. Estos pueblos, al no tener avances en medicina como tenemos en la actualidad, fueron desarrollado capacidades de curación que podrían superar -según esta cosmovisión- a cualquier medicina de laboratorio o a el tratamiento médico más costoso.

El Chamán ayuda al paciente a ver que no hay nadie mejor que él mismo para sanar, eso es lo que hace un verdadero maestro. La sanación chamánica solo funciona con el compromiso del paciente, quien tiene que poner todo de sí para poder curarse.

Las dos realidades

Carlos Castaneda, antropólogo y escritor, lo explica muy bien: existen dos realidades. Una es la que es la que todos estamos de acuerdo: el día tiene 24 horas y un año 365 días. La otra es la que se asocia con el estado de conciencia ampliado.

Para el chamanismo, existen tres mundos. El mundo de abajo, donde viven espíritus de amor y compasión con formas de animales de poder; el mundo del medio (este mundo donde vivimos) y la otra realidad, aquella que no podemos percibir sin alterar nuestro estado de conciencia. Por último, el mundo de arriba donde viven los seres de luz, maestros y guías.

Como dice el maestro Harner: «Los Chamanes no dudan de que hay espíritus, para ellos es tan real como tener una casa donde viven o tener una familia.» Para quienes practicamos chamanismo, estos espíritus son parte de nuestro cotidiano, a medida que uno va avanzando en dicha práctica, las realidades de los mundos se unen y amalgaman. Como dijimos al comienzo de la nota, el chamanismo, no es una religión, es un método sanación para toda la raza humana, hay quienes están dispuestos a descubrir este portal interdimensional de curación.

Viaje chamánico a través del tambor

Erwin Neher, físico e investigador, demostró científicamente que el sonido del tambor altera el sistema central nervioso; muchas zonas sensoriales y motoras del cerebro, que no son normalmente afectadas, son estimuladas. El sonido del tambor contiene diversas frecuencias de sonido, transmitiendo impulsos al cerebro a través de una variedad de vías nerviosas. Grandes músicos citados en el libro ratifican las investigaciones de Neher. Cuentan que en las tribus chamánicas Salish, los tambores de piel de ciervo generan una frecuencia del sonido en una escala de ondas theta. Esta escala es la más efectiva para producir estados de trance.

Estas investigaciones llevan a la conclusión de que en el estado alterado de conciencia se llega a un nivel theta, y en los menos profundos al alpha.

En la práctica el tambor sonará rápidamente, en un tono uniforme y alto. Hay viajes de 30 minutos en esta realidad para las prácticas más avanzadas y viajes de 15 minutos para los principiantes; durante 13 minutos no habrá ningún cambio o ruptura del ritmo, la intensidad de los golpes será de unos 205 a 220 golpes por minuto. Estos golpes son los que nos conectan con el estado ampliado de conciencia.

Un viaje chamánico con tambor nos conecta con una realidad del Universo que nos permite sanar, equilibrarnos y purificarnos.

Como en toda práctica ancestral existe un centro o un corazón que le da vida a dicha técnica. Es así que en este caso se logra a través del sonido monótono del tambor, que es el corazón del chamanismo.

Este viaje es un gran portal a otras realidades. El tambor nos permite entrar a un estado alterado de conciencia donde contactamos con otra realidad donde hay un nivel profundo de apertura de conciencia.

La gran mayoría de los estados alterados de conciencia que se usan en chamanismo se obtienen a través de técnicas de sonido de percusión monótono, más precisamente hechas con un tambor chamánico, también con maracas y otros instrumentos. Solo un 10% de las culturas chamánicas hacen toma de plantas sagradas tales como Ayahuasca, Peyote y otras para cambiar su estado de conciencia.

El estado alterado de conciencia que se obtiene en el viaje con tambor, no solo conlleva a un trance o estado de percepción ampliada, sino que difiere de la realidad de la vida cotidiana. En esos estados de apertura de conciencia una persona puede contactar con espíritus de amor y compasión; que pueden ser animales de poder, seres Guías o Maestros ascendidos. El objetivo del viaje chamánico es que recuperemos nuestra energía, nuestro poder para confiar en nosotros mismos y obtener seguridad.

Mi experiencia en el viaje

El día de mi primera práctica chamánica llegué con un dolor de cabeza profundo. No había aceite esencial, masaje, cura de ojeo o analgésico que me lo sacara. La verdad es que tenía miedo, estaba asustada, no sabia bien donde me estaba metiendo, qué era lo que iba a hacer allí. Llegué al espacio donde se brindaba la practica, había mucha gente, todos parecían saber de qué se trataba esto, yo en ese instante me seguía preguntando «¿qué hago acá?» No entendía muy bien cómo era que había llegado. Pero ahí estaba, realmente no tenía la dimensión de lo grande que iba a ser esta experiencia en mi vida, no tenia idea el portal interdimensional que estaba a punto de abrir.

El Chamán que dictaba la práctica dio unas simples recomendaciones. Nos acostamos en círculo con la cabeza al centro, donde estaba el fuego, y él comenzó a tocar el tambor. En esos primeros minutos yo sabia que tenia que tener la intención clara de bajar por un agujero. Primero intenté por un aljibe, pero no lo logré. Automáticamente pensé en la película «Alicia en el país de las maravillas» y apareció un árbol que conocía, creo de otra vida, porque me era muy familiar. Por ahí si pude bajar, la sensación de caer me daba temor, quería controlarlo pero no podía, caía y caía, más y más profundo, hasta que llegué a un lago, era medio pantanoso, a lo lejos había una división muy clara entre el agua oscura desde donde yo venía a la celeste donde tenía que ir.

Aparecieron dos animales, un perro y un delfín, el perro era mi perro, sí, mi perro el de esta vida, ahí automáticamente empecé a pensar, «¿esto es real? ¿qué está pasando?» Mi perro nadaba con el delfín turquesa, color que no tienen los delfines en esta realidad en la que vivimos. Así fue que continúe solo confiando, llegué a la subida de un valle, era un lugar de piedra, un espacio entre montañas, gris muy gris, yo sabía que era un lugar sagrado, pero mi mente solo decía ¡qué gris! Es difícil apagar la mente en estos procesos, pero en un momento dejé de controlar o preguntarme cosas y ahí empezó la mejor parte del viaje, empecé a ver la piedra en su profundidad y empecé a sentir como el espíritu de la piedra hablaba, me costaba ver colores, pero sentía lo que el mineral quería decirme.

Allá arriba del pico de la montaña apareció un ave. No soy muy fanática de las aves, la verdad, si ese era mi animal de poder, no sé si estaba contenta. Pasó mucho tiempo mirándome, en este momento seguía el dolor de cabeza, el ave al cabo de un tiempo bajó volando desde el pico de la montaña hasta mí, ahí en su vuelo mágico vi sus plumas. La parte que el águila tiene blanca, era de todos los colores, como un arco iris, me miró y telepáticamente me dijo su nombre, un nombre maravillosamente mágico y hermoso. Ella o él, porque no tiene un sexo definido, estaba como enojado, o era demasiado seria, me pidió que me recueste sobre una roca de sanaciones que había en el lugar donde estábamos, me pasó sus plumas. Ahí apareció un Chamán, un cacique, y toda su tribu. Ellos bailaban alrededor del fuego mientras yo estaba recibiendo la sanación en la piedra, se escuchaban cantos y tambores sonar, sentía el calor del fuego, era una fiesta, una fiesta de bienvenida para mi. El águila, al finalizar la sanación, apoyó su pico en mi corazón, y me dio la bienvenida; me entregó una esfera de luz azul, dijo “cuando te duela la cabeza así fuerte en el plano de donde venís, úsala, el azul te envuelve y protege”.

La tribu me invitó a bailar alrededor del fuego, fue hermoso sentirme una con mi animal, una con el fuego y mi tribu. Hacía tiempo no me sentía tan feliz en este plano, en mi vida terrestre, al poco tiempo escuché el sonido del tambor llamar para volver, quería quedarme, pero el águila me llevó hasta la orilla del lago celeste donde me esperaba el delfín y mi perro, me acompañaron hasta el lago más oscuro y volví.

Ese día mi vida cambió para siempre.

► Conclusiones

Ciertamente, muchos de nosotros hemos experimentado las señales comunes del llamado chamánico, un viaje chamánico con tambor nos ayuda a comprender los símbolos y la magia que vive en nosotros, nos conecta con el Universo sin pensar que existe tiempo, pasado, presente y futuro, ya que son lo mismo. Nos permite sentir la vibración de nuestros ancestros, de toda la vida que hay en nuestro planeta como la que hay en otros mundos del universo, también nos conecta con otras dimensiones, nos sana y nos vuelve más compasivos al regresar.

Fuente Entre Mujeres

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